lunes, 23 de abril de 2007

Agustín

Aurelius Augustinus (354 - 430) —mejor conocido como San Agustín o Agustín de Hipona— es uno de los cuatro primeros doctores de la Iglesia de rito latino, los otros son san Ambrosio, san Jerónimo y san Gregorio Magno. Agustín es el más importante de ellos.

AGUSTIN, De la doctrina cristiana.

I, II, 2. Qué son las cosas, qué son los signos.
Toda enseñanza lo es de cosas o de signos, pero las cosas se aprenden por medio de signos. Ahora pues llamo con propiedad cosas a las que se emplean no para significar algo, como es una varea, una piedra, un carnero y las restantes por el estilo. Pero aquella vara que, leemos, introdujo Moisés en las aguas amargas para que desapareciera su amargura (Éxodo, 15, 25), ni aquella piedra que Jacob puso bajo su cabeza (Génesis, 28, 11), ni aquel carnero que Abraham inmoló en lugar de su hijo (Génesis, 22, 13). Pues estas son a tal punto cosas que a la vez son signos de otras cosas. Hay otros signos cuyo uso solo consiste en significar como son las palabras. En efecto, nadie utiliza palabras a no ser para significar algo. De aquí se entiende a qué llamo signos,, a saber, a esas cosas que se emplean para significar algo. Por tal motivo todo signo es a la vez alguna cosa, pues lo que no es alguna cosa no es nada en absoluto. Mas toda cosa es a la vez un signo.

II, I, 1. Qué es el signo y cuántos hay.
Como cuando escribía sobre las cosas advertí que no se atendiese en ellas sino lo que son, no si algo distinto de ellas puedan también significar, ahora al tratar acerca de los signos digo que no se atienda en ellos lo que son, sino más bien al hecho de que son signos, esto es, al hecho de que significan. Ciertamente, el signo es una cosa que, además del aspecto que presenta a los sentidos hace que venga al pensamiento algo distinto de él: p. e. habiendo visto una huella pensamos que pasó un animal cuya huella le pertenece; y habiendo visto humo nos damos cuenta de que debajo hay fuego; habiendo oído la voz de un ser animado, advertimos una afección de su ánimo; o sonando el clarín los soldados saben que deben ya avanzar ya retirarse o alguna otra cosa que exige la batalla.
2. ahora bien, de los signos unos son naturales, otros instituidos. Los naturales son los que son voluntad ni deseo alguno de significar hacen que se conozca además de ellos algo distinto de ellos, como lo es el humo que significa fuego. Pues no lo hace queriéndolo significar, sino que por la observación y experiencia de él se reconoce que hay fuego por debajo, aun si solo el humo apareciera. Y a este género pertenece la huella de un animal que pasa; el rostro de ira o triste significa afección del ánimo, incluso no siendo voluntad del que está con ira o triste; o algún otro movimiento del ánimo se manifiesta en el rostro, incluso no tratando nosotros que se manifieste. Pero no es mi propósito hablar ahora de este género. Como hacen a nuestra división, no puede pasarse por alto mas sea suficiente lo dicho hasta ahora.

II, II, 3 De qué género de signos se ha de tratar aquí.
Los signos instituidos son los que algunos vivientes se dan mutuamente para manifestar, como pueden, los movimientos de su ánimo o sus pensamientos o conocimientos cualesquiera sean. No hay para nosotros ninguna otra causa de significar, esto es, de dar un signo, sino para sacar y trasladar al ánimo del otro lo que lleva en el ánimo aquel que da un signo. Así del género de estos signos, en cuanto a los hombres atañe, hemos determinado considerar y tratar, ya que incluso los signos dados por la divinidad, que están contenidos en las sagradas Escrituras, nos han sido dadas por hombres que los escribieron. También tienen los animales entre sí ciertos signos con los cuales manifiestan el apetito de su ánimo. Pues el gallo cuando encuentra alimento da un signo de su vos para que la gallina acuda, y el palomo con su arrullo llama a la paloma, o al contrario ella lo llama, y muchos ejemplos de este tipo pueden notarse. Y si estos signos, como p.e. el rostro o la queja de un doliente, siguen sin voluntad de significar, el movimiento del ánimo, o se dan realmente para significar, es otra cuestión y no toca al asunto propuesto: en tanto parte no necesitaría la omitiremos en este trabajo.

II, III, 4 De entre los signos las palabras ocupan el primer lugar.

Ahora bien, de los signos con los que los hombres comunican entre sí sus pensamientos, unos pertenecen al sentido de la vista, muchos al del oído, poquísimos a los restantes sentidos. Pues cuando movemos la cabeza solo damos un signo a lo ojos de aquel aquien por este signo queremos hacer partícipe de nuestra voluntad. Algunos significan muchas cosas con el movimiento de las manos; los actores con los movimientos de sus miembros dan ciertos signos a los espectadores: espacialmente con sus ojos como si hablaran; las banderas y los estandartes militares insinúan a los ojos la voluntad del jefe; y todos estos son casi ciertas palabras visibles. Por otra parte, los que pertenecen al oído, como dije, son muchos y en su mayoría son palabras. Pues la trompeta, la flauta y la cítara dan las más de las veces no solo un sonido suave sino también significativo. Pero todos estos signos comparados con las palabras por su lado obtuvieron entre los hombres la primacía de significar cualquier cosa que se conciba con el ánimo, siempre que uno quiera manifestarla.

De la dialéctica (Principios dialécticos).

Capítulo 5. Cómo se trata en lógica de cosas, palabras, decibles, dicciones. Difieren decible y dicción.

1. La palabra es signo de toda cosa, signo que, proferido por un hablante puede ser entendido por un oyente. Cosa es lo que es entendido o percibido o está oculto (…).
2. Signo es lo que no sólo se da a la percepción sino también muestra algo al ánimo, además de él mismo. Hablar es dar un signo por medio de una voz articulada. Y llamo articulado a lo que puede ser comprendido por letras. Ahora bien, todo lo que se ha definido, si correctamente se ha definido o si las palabras de la definición hasta aquí dadas se deberían explicitar con otras definiciones (…). Por lo que ahora respecta, préstese atención alo que sigue.
3. Toda palabra tiene un sonido. Cuando está escrita no es palabra, sino signo de una palabra. Pues vistas las letras por el lector, acude a su ánimo lo que prorrumpe con la voz. En efecto, ¿qué otra cosa muestran las letras escritas, sino a ellas mismas a los ojos y además de ellas mismas, voces al ánimo? Porque, poco antes lo dijimos, el signo no sólo es lo que se da a sí mismo a la percepción, sino también, además de él mismo, muestra algo al ánimo. Así pues, las que leemos no son palabras sino signos de palabras. Mas respecto de la misma letra, aunque sea la parte mínima de la voz articulada, sin embargo abusamos de este vocablo cuando la llamamos letra, incluso cuando la vemos escrita; y aunque sea muda, no es una parte de la voz, sino un signo de una parte de la voz. Así también se habla de palabra cuando está escrita, aunque se revela como un signo de una palabra de voz significativa, no como una palabra.
4. Por lo tanto, como había empezado a decir, toda palabra tiene un sonido. Pero que suene no atañe a la dialéctica. En efecto, respecto del sonido de la palabra se trata cuando se indaga o se constata con qué disposición de vocales se logra un sonido suave, o con qué encuentro se logra un hiato, lo mismo con las consonantes, con qué intercalación se anuda o con qué acumulación se vuelve áspero y de cuántas sílabas y de qué medidas consta la palabra, cuando el ritmo poético y los acentos son tratados por los gramáticos con la sola ocupación de sus oídos. Y con todo, cuando se disputa al respecto, no se está afuera de la dialéctica.
5. En efecto, esta es la ciencia de disputar. Pero en ella las palabras son signos de las cosas, ya que de estas obtienen su sentido, y de las palabras es de lo que en ella aquí se disputa. Pues como no podemos hablar de palabras a no ser con palabras, y cuando hablamos, no hablamos sino sobre algunas cosas, sucede que en el ánimo las palabras son signos de las cosas aún cuando las cosas no estén presentes. Por lo tanto, cuando la palabra sale de la boca, si sale por sí, esto es como si se indagara o se disputara algo sobre la palabra misma, es de alguna manera una cosa supeditada a la disputación y a la indagación. La cosa misma es llamada palabra. Y lo que percibe por la palabra no es el oído sino el ánimo y es tenido como incluido en el mismo ánimo se llama decible (expresable). Mas cuando la palabra sale no por sí misma sino para significar una cosa diferente, se llama dicción (expresión). Ahora bien, la cosa misma que ya noi es palabra ni concepción de una palabra en la mente, sea que tenga una palabra con la cual pueda ser significada sea que no la tenga, no se llama sino cosa en el sentido ya propio del término.
6. Por lo tanto quedan distinguidos estos cuatro: palabra, decible, dicción y cosa. Lo que llamé palabra, es una palabra que significa palabra. Lo que llamé decible es una palabra, y sin embargo no significa la palabra sino lo que se entiende por la palabra y es contenido en el ánimo. Lo que llamé dicción es una palabra, pero de tal modo que por la cual son significados esos dos al mismo tiempo, esto es, la misma palabra y lo que sucede en el ánimo por la palabra. Lo que llamé cosa es una palabra que significa, con excepción de aquellas tres que se dijeron lo que queda.

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