Frans H. van
Eemeren and Peter Houtlosser
Department
of Speech Communication,
Argumentation Theory and Rhetoric,
University of Amsterdam
Argumentation Theory and Rhetoric,
University of Amsterdam
1.
Análisis pragma dialéctico del discurso argumentativo.
En las dos décadas pasadas un grupo de académicos de la
Universidad de Ámsterdam junto con algunos colegas de otras universidades, se
han dedicado al desarrollo del método pragma - dialéctico para el análisis del
discurso argumentativo. El análisis apunta a alcanzar una perspectiva analítica
del discurso que incorpore todo lo necesario para una evaluación crítica. Van Eemeren,
Grootendorst, Jackson y Jacobs observan en Reconstructing
Argumentative Discourse:
“Para algunos, la raison
d’être de los estudios argumentativos es el análisis crítico del discurso
argumentativo, la interpretación y evaluación de los casos de argumentación a
la luz de los estándares normativos de la conducta argumentativa”. (1993;37)
La perspectiva analítica incluirá una descripción de la
diferencia de opinión que subyace en el centro del discurso, el punto de
partida elegido con relación a la diferencia, los argumentos esgrimidos para
resolverla, los esquemas argumentativos empleados en estos argumentos, la
estructura argumentativa, etc.
Al analizar el discurso argumentativo se
asume que el discurso es el orientado básicamente a la resolución de las
diferencias de opinión y que la argumentación y cada acto de habla ejecutado en
el discurso con la perspectiva de resolución de las diferencias puede ser visto
como parte de una discusión crítica. Comenzando por este punto de partida, se
ha desarrollado un modelo pragma dialéctico del curso de resolución, sus pasos
y los diferentes tipos de instrumentos del acto de habla en cada nivel.
Analíticamente, en el proceso de resolución de una diferencia de opinión se
pueden diferenciar cuatro pasos:
- la
confrontación,
- la
apertura,
- la
argumentación y
- la
conclusión.
El modelo de una discusión crítica sirve como una
herramienta heurística en el proceso de reconstrucción de todos los implícitos
o actos de habla opacos que se encuentran en la práctica de la argumentación
ordinaria que son relevantes para una evaluación crítica del discurso. La
reconstrucción se vincula con un número de operaciones analíticas que son
instrumentales para la identificación de los elementos en el discurso que
pueden tener una función en la resolución de las diferencias de opinión. Un
problema central en el análisis es que la reconstrucción debería ser relevante
para los interesados en el análisis normativo, confiable para las intenciones
expuestas y comprensibles para los actores ordinarios que producen el discurso.
2.
Racionalidad instrumental en el discurso ordinario.
En Reconstructing
Argumentative Discourse, Van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs
hicieron un esfuerzo para explicar a sus lectores cómo actúa el análisis pragma
dialéctico. Para quienes sostienen esta posición en cada forma de comunicación
e interacción a través de actos de habla, y en la argumentación en particular,
hay una cierta normatividad comprometida:
“Los usuarios del lenguaje ordinario comprometidos en el
discurso argumentativo tratan de cumplir con ciertos estándares y esperan de
los otros el mantenimiento de estos estándares. Pueden comprometerse en
compartir una orientación que resuelve una diferencia de opinión y en el
cumplimiento de normas que son instrumentales para este propósito. El modelo
pragma dialéctico de la discusión crítica es, en resumen, una descripción de lo
que el discurso argumentativo debería parecer si sólo y óptimamente apuntara a
resolver diferencias”.
En la práctica, las personas que toman parte en el discurso
argumentativo a menudo aparecen comprometidas en alcanzar otros objetivos que
no son sólo la resolución de una diferencia de opinión. A veces, por ejemplo,
los escritores o hablantes están ansiosos para que se los perciba como
simpáticos e inteligentes. De todas formas, incluso si otros objetivos pueden
ser importantes, no previenen al público de la persecución al mismo tiempo de
la resolución de una diferencia de opinión. Puede ser bien el caso que otro
objetivo es, en algún sentido, coincidente con la resolución de la diferencia.
En este general y débil sentido, hay una aspecto retórico (pragmático) de todo
el discurso argumentativo: los participantes están siempre buscando los efectos
que más le convienen. En esta perspectiva, hay también un aspecto retórico del
discurso argumentativo en un sentido más fuerte y específico: quien toma parte
en un discurso argumentativo trata de resolver la diferencia de opinión para su
propio bien, y su uso del lenguaje y otros aspectos de su conducta son
diseñados para alcanzar precisamente este efecto. Esto, por supuesto, no
significa que los participantes están interesados exclusivamente en mantener
las cosas como están. Como una regla, pretenderán por lo menos están
interesados primariamente en la resolución de sus diferencias de opinión. La
gente que se compromete en el discurso argumentativo puede considerarse como
comprometida por lo que ha dicho o implicado. Si un movimiento no es exitoso,
no se puede evadir de su responsabilidad dialéctica diciendo “era sólo
retórico”. Aunque trate de todas las formas que pueda de que su punto de vista
sea aceptado, debe sostener su imagen de gente que apuesta a resolver un juego
a partir de reglas.
El balance entre la resolución de la gente y el objetivo
pensado con el objetivo retórico de tener su propia posición aceptada
regularmente da lugar a maniobras estratégicas como buscan alcanzar sus obligaciones
dialécticas sin sacrificar sus objetivos retóricos. Tratan de hacer un empleo
retórico de las oportunidades ofrecidas dentro de la situación dialéctica para
concluir las diferencias de opinión en su propio favor. Partiendo de la premisa
que la retórica puede ser considerada para actuar dentro de un marco
dialéctico, se investigarán en qué medida dentro de las estrategias retóricas
usadas en la resolución de una diferencia de opinión puede ser útil para
profundizar y fortalecer el análisis pragma dialéctico del discurso
argumentativo. Después de una exposición general de nuestra aproximación, nos
concentraremos en el peldaño confrontativo de una discusión crítica e
ilustraremos el método de análisis reconstruyendo algunos elementos retóricos
en un debate acerca de la legitimidad de la caza del zorro que tuvo lugar en
Inglaterra en el verano de 1997.
3.
Aproximaciones retóricas y dialécticas.
¿Puede combinarse la perspectiva retórica y la dialéctica?
Para responder satisfactoriamente a esta pregunta, pensamos que es útil tener
una mejor visión de la teoría retórica, comenzando por la retórica clásica.
Aunque la retórica se ha desarrollado en varias direcciones, hay una base
teórica común que se expresa en algunos puntos iniciales compartidos.
En el Gorgias de
Platón, la existencia de un arte retórico válido es puesto en duda, pero en el Fedro Sócrates describe la posibilidad
de un ideal, de una filosofía retórica. Según Kennedy (1991) ¿quién puede negar
esta observación? La Retórica de
Aristóteles brinda el marco conceptual para el estudio retórico. En la
definición de Aristóteles la retórica es una “habilidad o capacidad (dynamis) en cada caso para ver los
medios posibles de persuasión”. Veía los argumentos como el cuerpo esencial de
la prueba. Ernest Havet (1846), como es citado por Murphy y Katula (1994: Cap.3) señaló que
“Aristóteles reduce la retórica a la argumentación”.
Es habitual distinguir dos tradiciones en la historia de la
retórica: una tradición más aristotélica que enfatiza en aspectos lógicos, otra
isocrática que se concentra en el estilo y los aspectos literarios (cf.
Kennedy, 1991: 12). En De oratore de
Cicerón se evidencia una influencia predominante de Isócrates junto a la
perspectiva de Aristóteles. Según Kennedy, no es una exageración decir que,
hasta que la Institutio oratoria de
Quintiliano fue redescubierta en el siglo XV, la historia de la retórica en
Europa es la historia del ciceronismo (1994: 158,181). En los años posteriores
una distinción debe formularse entre una retórica persuasiva orientada desde la
filosofía, inspirada en Aristóteles y Whaterly que se funda en elementos del
discurso que juegan un papel en el convencimiento de la audiencia, y otra
elocucionaria, decorativa influida por la retórica de Burke que se concentra en
la forma y función de las figuras de estilo y significado.
Aunque la retórica se ha desarrollado desde su inicio en dos
direcciones separadas, siempre hubo autores que vieron las conexión entre la
retórica y la dialéctica. Mientras Platón opuso la retórica a la dialéctica,
para Aristóteles es la imagen espejo o la contraparte (antistrophos) de la dialéctica. Según Green, como cita en Zulick
(1997), esta frase indicaría que “no sólo se asemejan en un sentido vago sino
que podrían intercambiarse entre sí” (1990: 9-10). Las principales diferencias
son que la dialéctica trata de las cuestiones generales y abstractas y toma la
forma de preguntas y respuestas, mientras que la retórica trata con casos
específicos y con discursos formales de políticas y usos extendidos. Para
Cicerón la retórica es también disputatio
in utramque partem, hablando en ambos sentidos de una temática. En De inventione dialéctica, Libro tres
(1479/1991), una de las más importantes contribuciones humanísticas a la teoría
de la argumentación, Agrícola sostiene que la dialéctica y la retórica no
pueden ser separadas y suma a ambas en una sola teoría. En esta empresa,
también se relaciona con Boecio, cuya posición en De topicis differentiis es que la retórica puede subsumirse bajo la
conducción de la dialéctica. En nuestra aproximación, esta idea es retomada a
partir de la ubicación de la retórica dentro del marco dialéctico para resolver
las diferencias de opinión.
Desde la antigüedad se han hecho varios esfuerzos para
reconciliar las diferentes concepciones de la razón que comprenden la
dialéctica y la retórica. Como observan Murphy y Katula (1994: Ch. 2),
Aristóteles asimiló en la Retórica las
posiciones opuestas de Platón y los sofistas. Sin embargo, según algunos
modernos teóricos la norma retórica de efectividad está en contradicción con la
concepción de razonabilidad que subyace al corazón de la dialéctica. Otros
teóricos sostienen que la argumentación que es retóricamente fuerte como una
regla obedecerá a los criterios dialécticos (Wenzel, 1990). De todos modos,
como se demuestra en el análisis interesante de Leeman del primer discurso de
César “Quirites” (1992), la
efectividad retórica no excluye el componente dialéctico. La reevaluación de la
retórica clásica que tuvo lugar en los últimos años llevó a un conocimiento
general que la a-racional – a veces la imagen antiracional – imagen de la
retórica debe revisarse. Más o menos como una consecuencia, la oposición formal
a la dialéctica debería también moderarse: la retórica como el estudio de las
técnicas eficaces de persuasión no es per
se incompatible con el ideal crítico de razonabilidad que sostiene la
dialéctica.
4. El
empleo de la perspectiva dialéctica en el análisis dialéctico.
Si es sin duda cierto que la gente comprometida en el
discurso argumentativo en general trata de resolver la diferencia de opinión en
su propio beneficio, y las aproximaciones dialéctica y retórica para el
análisis del discurso argumentativo son compatibles, entonces no existiría
razón para que el análisis dialéctico no se beneficiase de la perspectiva
retórica en el manejo estratégico de los movimientos que tengan como propósito
el beneficio de este juego. La cuestión entonces es qué estrategia retórica
empleada en el discurso es dialécticamente aceptable. Aunque la concepción de
estrategia evoca imágenes del arte de soslayar, evadir y acordar, también
comprende los medios empleados para llevar adelante un ideal según las
preferencias de cada uno. Las estrategias retóricas son diseños de discurso que
consisten en un uso sistemático y deliberado de oportunidades disponibles para
llevar adelante movimientos que llevan a la resolución de una diferencia de
opinión para el beneficio propio.
Debe investigarse cuáles estrategias retóricas se emplean en
el discurso para alcanzar el resultado buscado por el escritor o el hablante.
Las estrategias retóricas pueden manifestarse ellas mismas en tres niveles:
¨
en la selección del material,
¨
su adaptación a la audiencia y
¨
su presentación.
Para alcanzar un resultado retórico óptimo, los movimientos
seleccionados deben ser opciones efectivas con capacidad potencial, los
movimientos deben ser en este sentido adaptados a la audiencia que comprenden
con las demandas del auditorio, y la presentación de los movimientos deben ser
discursiva y estilísticamente apropiados. En cada uno de estos tres niveles, el
hablante o el escritor tiene la oportunidad de influir para alcanzar el éxito
en la discusión y las influencias pueden suceder simultáneamente. Una
estrategia retórica es, en resumen, exitosa si los esfuerzos retóricos en los
tres niveles son convergentes, así se da una fusión de las influencias
persuasivas.
Cada nivel del proceso de resolución tiene un objetivo
dialéctico específico y por lo tanto lleva su propio objetivo retórico. Ya que
depende de la fase del discurso alcanzado qué tipo de logros pueden ser
accesibles para el escritor o el hablante, los efectos retóricos deben
especificarse según el nivel dialéctico. En cada uno de los cuatro niveles de
resolución del proceso las partes involucradas en una diferencia de opinión
pueden, en cada uno de los tres niveles, tratar de alcanzar una opción
estratégica que sirva mejor para sus propios intereses. En el estadio
confrontativo, tomando en cuenta las demandas del auditorio y optando por una
presentación más sólida, tratan de hacer una elección más efectiva del
potencial ofrecido por el espacio disponible de desacuerdo, por ejemplo
seleccionando un estatuto de procedimiento conveniente. En el nivel de
apertura, donde se ubican los puntos de inicio de la discusión, pueden, por
ejemplo, tratar de evadir por medio de preguntas retóricas las concesiones de
sus interlocutores que constituyen los puntos de partida que más acuerdan con
sus propios intereses. En el nivel argumentativo, tratarán de hacer una
selección estratégica de los lugares que son pertinentes para el caso en
cuestión, adaptarán sus líneas de defensa a las críticas que pueden
anticiparse, sugerirán a partir del señalamiento que estos argumentos son
relevantes y también suficientes. Y en el nivel de la conclusión pueden
alcanzar el nivel conclusivo que pone afuera toda crítica, presentando un
cierre definitivo como en el cierre de la siguiente discusión implícita
extraída de Un Espía Perfecto de John
Le Carré: “ ¿Amas al viejo? Bien, entonces”.
5.
Racionalidad instrumental en la confrontación.
Cuando se ilustra acerca de cómo conocer el empleo de las
estrategias retóricas puede ser útil un adecuado análisis del discurso
argumentativo, para ello nos concentraremos en las maniobras estratégicas en el
nivel confrontativo. El análisis del estadio confrontativo comprende la
identificación de las posiciones adoptadas por los participantes con relación a
las diferencias de opinión. Una diferencia de opinión se manifiesta en el
discurso argumentativo cuando una afirmación del hablante se encuentra con una
duda o una contradicción, real o eventual, en una parte de un interlocutor, de
manera que se manifiesta el desacuerdo o potencial desacuerdo. Si es claro que
el desacuerdo existe, entonces la afirmación que se encuentra con la duda debe
ser analizada como un punto de vista y la duda o la contradicción debe verse
como una expresión de falta de aceptación. Ambos pueden definirse como actos de
habla que se pueden caracterizar en términos de condiciones de felicidad.
Como van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993) lo
explican, no sólo las afirmaciones en sí, sino también las proposiciones
sucesivas reciben el estatuto de punto de vista. Cada acto de habla implica un
número importante de afirmaciones supuestas que son debatibles y que conforman
el “espacio de desacuerdo” creado por el acto de habla. El espacio de
desacuerdo es un conjunto estructurado de posibles puntos de vista asociados
con un acto. Por lo menos parte del espacio de desacuerdo de un acto de habla
se sustancia – en términos de creencias, deseos e intenciones – en las
condiciones de felicidad de ese acto. Si una de estas creencias, deseos o
intenciones alcanza para convertirse en tema de debate por parte del
interlocutor, el hablante debe defender un punto de vista acerca de ese tema.
Si tal punto de vista no se coloca como tal, sino que es atribuido al hablante
por parte del interlocutor, entonces se lo llama punto de vista virtual. Las
perspectivas virtuales están organizadas jerárquicamente respecto al acto de
habla superordinario que conlleva: están estructurados por los temas asociados
con ese acto superordinario. Está ampliamente en las bases de lo que debe
llevarse hasta el final por parte del interlocutor que el analista será capaz
de seleccionar el punto de vista del tema entre las perspectivas posibles en el
espacio de desacuerdo de un acto argumentativo.
Analizar el discurso argumentativo como si estuviera
destinado a resolver una disputa significa que el desacuerdo se reconstruye en
términos del estadio de confrontación de una discusión crítica. El análisis
comienza con la percepción que se tiene de que la diferencia de opinión aparece
como una cuestión razonable y no dialéctica. Los involucrados ven esta
perspectiva como una ocasión para triunfar por encima de la duda o la oposición
y esperan cada una tratar con esta duda u oposición presentando argumentos
razonables. Para resolver la diferencia en base a los méritos que se presentan,
los temas deben ser externalizados en el discurso.
Es obvio que la confrontación de un punto de vista con las
opiniones de los otros a menudo servirá para otros objetivos dialécticos, tales
como la provocación o el aburrimiento de los otros. Puede haber también fines
involucrados en la presentación del punto de vista que afectan la resolución de
una diferencia inmediatamente pero no son estrictamente dialécticos, tales como
ganar el debate. Aquel que entre en una confrontación, como una regla, tratará
de presentar el desacuerdo de manera tal que las posibilidades de triunfo sean
óptimas. Para alcanzar este propósito, dará un sonido retórico a la
presentación de su propia instancia y a la del interlocutor.
A primera vista, el objetivo retórico de obtener una posición
favorable en la confrontación parece contrario al fin dialéctico de la
resolución de la diputa, pero no es necesariamente siempre así. En la medida en
que el que confronta no oscurezca la diferencia mistificando las posiciones
mutuas o trate de inmunizar su punto de vista contra la crítica, no hay nada
incorrecto en tratar de dar forma la diferencia en el sentido que lo lleva a
alcanzar una resolución que le permita triunfar en el debate. Lo único no
admitido es ser contradialéctico, por ejemplo, reducir las posibilidades de
alcanzar una resolución razonable de debate.
Una vez que es reconocido que el objetivo dialéctico puede
jugar un rol legítimo en una confrontación dialéctica, puede también volverse
claro que los que debaten tienden a maniobrar de tal modo que se alcancen esos
objetivos. Tales maniobras estratégicas en una confrontación alcanzarán
primariamente para definir el tema de desacuerdo en un sentido que sea
favorable al hablante. Dado que esta definición influye en el éxito de la
confrontación, también influirá en las posibilidades que tienen los
participantes de triunfar en la discusión. Al obtener una visión clara de la
confrontación particular y de la diferencia de opinión que los participantes
tratan de resolver, el analista se puede beneficiar de una mejor comprensión de
estas maniobras estratégicas.
En el nivel de confrontación, el hablante
puede, en primer lugar, hacer una selección estratégica del espacio de
desacuerdo potencial inherente en el acto argumentativo. Si el acto es no asertivo,
sus condiciones de felicidad son la fuente principal para la identificación de
este potencial. Si el acto es asertivo, la teoría clásica brinda una
especificación de las condiciones de felicidad, que puede ser refinadas incluso
más adelante por la diferenciación entre los varios tipos de proposición a los
cuales el asertivo puede pertenecer (descriptivo, evaluativo o incitativo). En
segundo lugar, el hablante puede poner el tema en una perspectiva que esté de
acuerdo con las visiones del antagonista o de la audiencia. En tercer lugar, el
hablante puede emplear herramientas de presentación que refuerzan su posición
ante la audiencia, por ejemplo, eligiendo formulaciones que brindan atributos
positivos para el caso.
6.
Mecanismo retóricos de selección del espacio de desacuerdo.
Ilustraremos nuestra perspectiva analizando los aspectos
confrontativos de algunas contribuciones recientes acerca del debate sobre la
caza del zorro en Gran Bretaña. Esta discusión se originó a partir de un
proyecto de ley contra la caza del zorro presentado por un miembro del partido
laborista del Parlamento británico, Michael Foster. Los fragmentos de texto
analizados corresponden a artículos, comentarios y cartas al director de dos
periódicos británicos, The Guardian (
10 y 11 de julio de 1997) y The Times
(11 de julio de 1997) y el periódico danés Het
Parool (10 de julio de 1997).
Según la Sociedad Británica de Deportes hay más de
trescientas sesiones de caza organizadas por año que involucran 215.000
personas y más de 20.000 perros de caza entrenados. La caza del zorro brinda
trabajo a 14.000 personas y se matan cerca de 20.000 zorros por año. Los
participantes están de acuerdo en que se debe controlar el número de zorros
muertos pero están en desacuerdo con la forma en que debe lograrse. Se
mencionan como alternativas la caza con escopeta, con trampa o con
envenenamiento pero todas tienen sus desventajas. En el primer nivel de la
estrategia retórica de confrontación el tema que debe discutirse es
seleccionado de la posibilidad de espacio de desacuerdo. Dado que la discusión
se inicia por una cuestión dialéctica si la caza del zorro debe ser prohibida,
el espacio de desacuerdo puede, en términos de la teoría clásica del status,
especificarse en cuatro tipos de estatutos. El primero, la conjetura, no es
útil porque no se puede discutir si existe algo como la caza de zorro. El resto
de los tres tipos de estatutos son si la caza debe verse como una crueldad
inaceptable (definitio), si puede ser
exonerada (qualitas) y si es un tema oportuno
para que un gobierno opine (translatio).
Algunos defensores de la caza tratan de hacer un debate para
manejar el estatuto de la definición. Este estatuto fue introducido por Michael
Foster que señaló que la caza “es una práctica cruel y bárbara que debería
haber concluido siglos atrás, como ocurrió con la riña de gallos, el golpe al
oso y la pelea de perros”. El conservacionista David Bellamy implícitamente
rechaza esta postura señalando que “la verdadera crueldad” es “la muerte de las
gallinas y la matanza de las terneras”. En una carta al editor, Melvin
Goldsmith de Purleigh señala lo mismo aunque irónicamente:
“Tally ho! Sí, prohibamos la caza de zorros – entonces
prohibamos esas desagradables crueles y fatales carreras de caballos como el
Premio Nacional – subamos el precio de los alimentos prohibiendo los productos
de granja porque son originados también en la crueldad”.
Los defensores tienen un preferencia por el estatuto de la
calidad, sostienen su punto de vista refiriéndose la existencia de una
tradición consagrada. Michael Heseltine, el jefe de bloque del partido
oficialista conservador, llama al proyecto “un vicioso matadero sobre una
tradición atesorada de la vida rural”. Arnold Harvey, editor de Caballos y Caza, incluso señala su deseo
de “ir a prisión para defender nuestra herencia”. El más fuerte reclamo hacia
la tradición, sin embargo provino de Lady Mallalieu diputada laborista:
“La caza es nuestra música, es nuestra poesía, es nuestro
arte (...). Es donde hemos hecho nuestras mejores amistades. Es nuestra
comunidad. Es todo nuestro estilo de vida.”
El estatuto de translatio
es también incorporado al debate. Nicholas Wibberley de Barnstaple escribe
irónicamente:
“Sir, es absurdo que la caza sea un problema gubernamental.
Debe ser devuelto al ámbito de las parroquias.”
Wibberley claramente no cree que la caza sea un tema digno
de ser tratado en el gobierno.
Es remarcable que Heseltine y otros representantes del
partido pro caza creen sugerir que el debate no se refiere a la caza sino
acerca de las amenazas que se plantean a las tradiciones de la vida rural y de
la vida urbana. Uno puede preguntarse por qué se refieren a estas tradiciones.
Para comprender lo que está pasando, el analista necesita conocer el tema de la
crueldad es difícil de tratar; y también que los pro caza no han avanzado en
sus puntos de vista sobre este tema sino más bien que se les ha atribuido a
ellos algunos puntos de vista. Es por lo tanto una estrategia de sensibilidad
poner el tema de la crueldad como telón de fondo incorporando el tema de las
tradiciones urbanas. Combinando esta perspectiva sobre la tradición con algo
inherentemente positivo como la vida rural resulta un argumento fuerte, cuya
fuerza no disminuye por el hecho que los oponentes de la caza del zorro
descartan estas tradiciones como fuera de moda.
7.
Formas retóricas de respuesta a las demandas
El segundo nivel de la estrategia de confrontación consiste
estratégicamente en el tratamiento de las demandas del auditorio. En la
discusión acerca de la caza de zorros, los tópicos del debate están puestos en
un perspectiva que es la esperada para llamar la atención del público en
general. Los defensores de la caza dan ‘presencia’ a la conexión entre la caza
de zorros y la protección de la vida rural. “una prohibición de la caza”,
escribe el Times “cambia para siempre
el ritmo de las costumbres rurales”. Según el cazador Sam Butler. “la vida
urbana cambiará (entonces) su apariencia para siempre”. Het Parool observa que, “primero y principal, los líderes se
presentan como protectores de las tradiciones urbanas en contra de quienes se
entrometen en la ciudad”.
Algunos defensores de la caza tratan de ganar la aprobación
de la audiencia enfatizando los efectos divisores que provoca el proyecto
legal. Entre ellos está el nuevo líder de la oposición oficial a la Reina,
Willim Hague, quien –aludiendo a la famosa frase de Disraeli – advierte que “el
proyecto está creando dos naciones, poniendo la ciudad en contra del campo”. El
duque de Roxburgh, por otro lado, está entre las opiniones casi más de
izquierda que consideran que la caza es “un buen camino de vinculación de las
clases sociales”. El socialismo también parece inspirar a Michael Heseltine.
Según The Guardian, “el hombre que
desmanteló la industria minera” sostiene que “este proyecto destruiría
comunidades, daña el frágil medio ambiente y acabaría con fuentes laborales”.
La perspectiva de la libertad es considerada generalmente
como aquella que logra mayor consenso por parte del público. Alex Bowles, director
regional de la Sociedad Británica de Deportes, afirma que “la gente se siente
amenazada: su libertad está siendo vulnerada, su privacidad amenazada”. Para el
pensamiento del sr. Heseltine, el proyecto “representa una muestra de la
intolerancia que es ajeno a las más firmes tradiciones británicas de libertad”.
Según The Guardian, “le tocó a la
laborista señalar los puntos más generales: se trata de la libertad de la gente
de elegir cómo viven sus vidas. Se trata de la tolerancia de las minorías”.
Si se debe creer en el partido favorable a la caza, el
partido contrario favorece la perspectiva de la guerra entre las clases.
William Hague lo señala bastante bruscamente: “Los laboristas parecen creer que
están reviviendo una antigua lucha de clases”. John Severs de Durham se
enfrenta a esta perspectiva: “No es la envidia a los ricos y privilegiados lo
que me lleva a oponerme a la caza de ciervos y zorros sino el tormento que
sufren estos animales cuando son perseguidos. (...) Es una cuestión de principios”.
Bel Littlejohn, columnista de The Guardian, después de brindar una vívida descripción de la
perspectiva pro caza, ridiculiza la postura de los anti que toman una visión de
lucha de clases: “Los miembros informantes trataron de enfatizar que aquellos que
se ubican en el campo de los que enfrentan a los deportes sanguinarios están
motivados por el odio de clase. ¡Qué falta de tino! Francamente, esto no tiene
nada que ver con las clases”. En conjunto discutimos cuatro perspectivas que se
suponen convocan la atención de público: la del cuidado del medio ambiente, la
de la división entre el campo y la ciudad, la de la libertad personal y las de
las desigualdades sociales. Las tres primeras son invocadas por el partido
favorable a la caza, la cuarta supuestamente por los contrarios. Para
comprender el valor estratégico de invocación de estas perspectivas, el
analista debe contar primariamente con el conocimiento de los supuestos que se
dan en la discusión y los partidos que están involucrados. Este conocimiento
aclarará, por ejemplo, que si se invoca la perspectiva de la lucha de clases
por parte del partido anti caza, debe entenderse como un llamado para quienes
consideran que Inglaterra es una sociedad clasista. Ya que esta gente puede aún
sostener el caso de la anti caza, sin embargo no es probable que esta sea una
estrategia muy sólida. Finalmente, como se vio, puede ser ridiculizada
fácilmente.
Las perspectivas invocadas por el partido favorable a la
caza presentan más poder estratégico. Todos ellos se relacionan a la esfera del
pensamiento de aquellos que se oponen a la caza del zorro. La mayoría de ellos
puede suponerse que son amantes de la vida salvaje y la naturaleza en general:
loa cazadores de zorros se presentan como guardianes de la naturaleza. Los
oponentes se pueden suponer que piensan en la inequidad social: el retrato de
los pro caza por parte de los oponentes se refiere a ellos como causantes de la
división de ‘las dos naciones’. Los oponentes puede suponerse que son los
protagonistas de la libertad: los favorables a las cacerías se presentan en la
misma dirección. Señalando a los oponentes, los pro caza responden más
estratégicamente a las demandas del auditorio.
8.
Perspectivas retóricas de presentar los movimientos de confrontación.
El tercer nivel de la estrategia confrontacional es la de la
presentación verbal. Ambos partidos hacen uso de varias herramientas
estilísticas para reforzar sus puntos de vista acerca de la diferencia sobre la
audiencia, más notablemente la creación y empleo de imágenes apelativas. La
imagen más prominente entre los favorables a la caza es la imagen de la
opresión que se muestra para presentar al lobby
de los anti caza como gente que avanza sobre los derechos individuales. William
Hague explícitamente señala: “Yo no voy de caza pero defiendo el derecho de la
gente de hacerlo. Pienso que la libertad es importante aun si es impopular”. En
una carta al editor, Marie Herbert de Brightlingsea, Colchester, hace la
siguiente y pertinente objeción: “¿Por qué a una minoría debería permitírsele
perdonar en el pasado lo que es repugnante para la mayoría?”
Otra imagen creada por el partido de los pro caza es la de
la resurrección justificada. Mr. Heseltine promete pelear el proyecto anti caza
“en cada nivel” en el Parlamento. Lady Mallalieu dice que el gobierno no ha
sido elegido “para criminalizar a cientos y miles de nuestros ciudadanos
decentes y respetuosos de la ley. Espero que no estemos en la víspera de la
batalla. No queremos un combate. Pero si la hay, el estilo urbano peleará y
ganará”.
Un tercer instrumento empleado por los pro caza es la
creación de una imagen bucólica de paz del estilo de vida urbano necesitado de
protección. Como lo dice Michael Heseltine: “El proyecto propuesto es una
opción viciosa sobre una tradición atesorada de la vida rural”. El mismo papel
de señalador del estilo urbano resuena en el juicio acerca de la marcha
convergente en Hyde Park: “Esta iniciativa se presenta como una respuesta a la
frustración y concierne a los sentidos de la gente de la ciudad contra las
amenazas de la gente urbana y sus trabajos por políticos y gente de la urbe a
través del prejuicio, la ignorancia y el descrédito de la representación
rural”.
La opción estilística hecha en estas contribuciones al
debate están enteramente de acuerdo con las imágenes patéticas recién
discutidas. La cita anterior mostró a Lady Mallalieu con un estilo similar al
de Churchill.
El inventario de ejemplos muestra que los que debaten
tienden a presentar las diferencias de opinión en un sentido particular. Para
poder comprender qué es estratégico en esta presentación, el analista necesita
familiarizarse con las herramientas del estilo convencional y sus efectos como
se reconoce en el estudio de la retórica. Además, necesita conocer acerca de las
formas de las presentaciones particulares que pueden promover las chances de
alcanzar un resultado favorable en la confrontación para un participante y así
favorecer las posibilidades de ganar un debate.
9.
Conclusión.
La maniobra estratégica funciona mejor
cuando la influencia retórica que se sostiene en cada uno de estos tres niveles
se piensa para converger. En la discusión de la caza de zorros, las estrategias
del partido pro caza de selección del tema a ser discutido, llevando este tema
a una audiencia con una perspectiva orientada y epitomizándolo en ciertas
imágenes y frases, son sistemáticamente fundidas. El elemento que los vincula
es el tesoro del pasado. Se refiere a un tema tradicional, en una nación, en un
distrito rural no destruido, con perspectivas de vida rural y libres, y
celebradas con un gran estilo apropiado a un gran pasado. Más que desplegar una
maniobra estratégica, el partido favorable a la caza desplegó una genuina
estrategia retórica.
Referencias
Agricola, R. (1991), Sobre dialectica en humanisme [On dialectic
and humanism]. Edited, with introduction and notes, by
Marc van der Poel. Baarn: Ambo.
Aristotle (1991), On Rhetoric. A Theory of
Civic Discourse. Newly translated with introduction, notes, and appendixes by
George A. Kennedy. New York/Oxford: Oxford University Press.
Bakhtin, M. (1986), 'From notes made in
1970-71. In: Speech Genres and Other Late Essays. Translated by Vern B. McGee.
Edited by Carl Emerson and Michael Holquist. Slavic Series 8. Austin:
University of Texas Press.
Braet, A. (1987). The classical doctrine
of status and the rhetorical theory of argumentation. In: Philosophy and
Rhetoric, 20, 79-93.
Braet, A.C. (1996). On the origins of
modern argumentation theory: the paradoxical case of the Rhetoric to Alexander.
In: Argumentation 10, 361-373.
Eemeren, F.H. van, & Grootendorst, R.
(1984). Speech Acts in Argumentative Discussions. A Theoretical Model for the
Analysis of Discussions Directed Towards Solving Conflicts of Opinion.
Dordrecht/Cinnaminson: Foris Publications, PDA 1.
Eemeren, F.H. van, & Grootendorst, R.
(1990).
Analyzing argumentative discourse. In: R. Trapp & J. Schuetz (eds.), Perspectives on Argumentation. Essays in Honor of Wayne Brockriede (pp. 86-106). Prospect Heights, IL: Waveland Press. Eemeren, F.H. van, Grootendorst, R., Jackson, S., & Jacobs, S. (1993). Reconstructing Argumentative Discourse. London/Tuscaloosa: The University of Alabama Press.
Analyzing argumentative discourse. In: R. Trapp & J. Schuetz (eds.), Perspectives on Argumentation. Essays in Honor of Wayne Brockriede (pp. 86-106). Prospect Heights, IL: Waveland Press. Eemeren, F.H. van, Grootendorst, R., Jackson, S., & Jacobs, S. (1993). Reconstructing Argumentative Discourse. London/Tuscaloosa: The University of Alabama Press.
Foss, S.K. (1989). Rhetorical Criticism.
Exploration and Practice. Prospect Heights, IL: Waveland Press.
Green, L.D. (1990). Aristoteli-an
rhetoric, dialectic, and the traditions of antistrophos. In: Rhetorica 8, 5-27.
Havet, E. (1846). Etude sur la rhétorique
d'Aristote [Studies on Aristotle's rhetoric]. Paris: Jules DelaLain.
Jackson, S. & Jacobs, S. (1980).
Conversational argument: Pragmatic bases for the enthymeme. Quarterly Journal
of Speech 66, 251-265.
Kennedy, G.A. (1991). Prooemion. In:
Aristotle, On Rhetoric. A Theory of Civic Discourse. Newly translated with
introduction, notes, and appendixes by George A. Kennedy. New York/Oxford:
Oxford University Press.
Kennedy, G.A. (1994). A New History of
Classical Rhetoric. Princeton, NJ: Princeton University Press.
Leeman, A.D. (1992). Rhetoric versus
argumentation theory. In: F.H. van Eemeren, R. Grootendorst, J.A. Blair &
Ch.A. Willard (eds.), Argumentation Illuminated (pp. 12-22). Amsterdam: Sic
Sat, 1.
Murphy, J.J., & Katula, R.A. (eds.)
(1994). A Synoptic History of Classical Rhetoric. Davis, CA: Hermagoras Press
(Originally published 1972).
O'Keefe, D. (1997). Standpoint
explicitness and persuasive effect: A meta-analytic review of the effects of
varying conclusion articulation in persuasive messages. In: Argumentation and
Advocacy 34, 1-12.
Rorty, R. (1997). Gevangenen van het eigen
taalgebruik [Prisoners of language use]. Interview by Cecilia Petit in
Filosofie Magazine 6 (6), 20-21.
Wenzel, J.W. (1990). Three perspectives on
argument: rhetoric, dialectic, logic. In: R. Trapp & J. Schuetz (eds.),
Perspecti-ves on Argumentation. Essays in the Honor of Wayne Brockriede (pp.
9-26). Illinois: Waveland Press.
Zulick, M. (1997). Generative rhetoric and
public argument: a classical approach. In: Argumentation and Advocacy 33,
109-119.