martes, 19 de noviembre de 2013

Frans van Eemeren, Retórica en pragmadialéctica


Rhetoric in pragma-dialectics[1]
Frans H. van Eemeren and Peter Houtlosser
Department of Speech Communication,
Argumentation Theory and Rhetoric,
University of Amsterdam


1. Análisis pragma dialéctico del discurso argumentativo.

En las dos décadas pasadas un grupo de académicos de la Universidad de Ámsterdam junto con algunos colegas de otras universidades, se han dedicado al desarrollo del método pragma - dialéctico para el análisis del discurso argumentativo. El análisis apunta a alcanzar una perspectiva analítica del discurso que incorpore todo lo necesario para una evaluación crítica. Van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs observan en Reconstructing Argumentative Discourse:

“Para algunos, la raison d’être de los estudios argumentativos es el análisis crítico del discurso argumentativo, la interpretación y evaluación de los casos de argumentación a la luz de los estándares normativos de la conducta argumentativa”. (1993;37)

La perspectiva analítica incluirá una descripción de la diferencia de opinión que subyace en el centro del discurso, el punto de partida elegido con relación a la diferencia, los argumentos esgrimidos para resolverla, los esquemas argumentativos empleados en estos argumentos, la estructura argumentativa, etc.

Al analizar el discurso argumentativo se asume que el discurso es el orientado básicamente a la resolución de las diferencias de opinión y que la argumentación y cada acto de habla ejecutado en el discurso con la perspectiva de resolución de las diferencias puede ser visto como parte de una discusión crítica. Comenzando por este punto de partida, se ha desarrollado un modelo pragma dialéctico del curso de resolución, sus pasos y los diferentes tipos de instrumentos del acto de habla en cada nivel. Analíticamente, en el proceso de resolución de una diferencia de opinión se pueden diferenciar cuatro pasos:

  • la confrontación,
  • la apertura,
  • la argumentación y
  • la conclusión.

El modelo de una discusión crítica sirve como una herramienta heurística en el proceso de reconstrucción de todos los implícitos o actos de habla opacos que se encuentran en la práctica de la argumentación ordinaria que son relevantes para una evaluación crítica del discurso. La reconstrucción se vincula con un número de operaciones analíticas que son instrumentales para la identificación de los elementos en el discurso que pueden tener una función en la resolución de las diferencias de opinión. Un problema central en el análisis es que la reconstrucción debería ser relevante para los interesados en el análisis normativo, confiable para las intenciones expuestas y comprensibles para los actores ordinarios que producen el discurso.

2. Racionalidad instrumental en el discurso ordinario.

En Reconstructing Argumentative Discourse, Van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs hicieron un esfuerzo para explicar a sus lectores cómo actúa el análisis pragma dialéctico. Para quienes sostienen esta posición en cada forma de comunicación e interacción a través de actos de habla, y en la argumentación en particular, hay una cierta normatividad comprometida:

“Los usuarios del lenguaje ordinario comprometidos en el discurso argumentativo tratan de cumplir con ciertos estándares y esperan de los otros el mantenimiento de estos estándares. Pueden comprometerse en compartir una orientación que resuelve una diferencia de opinión y en el cumplimiento de normas que son instrumentales para este propósito. El modelo pragma dialéctico de la discusión crítica es, en resumen, una descripción de lo que el discurso argumentativo debería parecer si sólo y óptimamente apuntara a resolver diferencias”.

En la práctica, las personas que toman parte en el discurso argumentativo a menudo aparecen comprometidas en alcanzar otros objetivos que no son sólo la resolución de una diferencia de opinión. A veces, por ejemplo, los escritores o hablantes están ansiosos para que se los perciba como simpáticos e inteligentes. De todas formas, incluso si otros objetivos pueden ser importantes, no previenen al público de la persecución al mismo tiempo de la resolución de una diferencia de opinión. Puede ser bien el caso que otro objetivo es, en algún sentido, coincidente con la resolución de la diferencia. En este general y débil sentido, hay una aspecto retórico (pragmático) de todo el discurso argumentativo: los participantes están siempre buscando los efectos que más le convienen. En esta perspectiva, hay también un aspecto retórico del discurso argumentativo en un sentido más fuerte y específico: quien toma parte en un discurso argumentativo trata de resolver la diferencia de opinión para su propio bien, y su uso del lenguaje y otros aspectos de su conducta son diseñados para alcanzar precisamente este efecto. Esto, por supuesto, no significa que los participantes están interesados exclusivamente en mantener las cosas como están. Como una regla, pretenderán por lo menos están interesados primariamente en la resolución de sus diferencias de opinión. La gente que se compromete en el discurso argumentativo puede considerarse como comprometida por lo que ha dicho o implicado. Si un movimiento no es exitoso, no se puede evadir de su responsabilidad dialéctica diciendo “era sólo retórico”. Aunque trate de todas las formas que pueda de que su punto de vista sea aceptado, debe sostener su imagen de gente que apuesta a resolver un juego a partir de reglas.

El balance entre la resolución de la gente y el objetivo pensado con el objetivo retórico de tener su propia posición aceptada regularmente da lugar a maniobras estratégicas como buscan alcanzar sus obligaciones dialécticas sin sacrificar sus objetivos retóricos. Tratan de hacer un empleo retórico de las oportunidades ofrecidas dentro de la situación dialéctica para concluir las diferencias de opinión en su propio favor. Partiendo de la premisa que la retórica puede ser considerada para actuar dentro de un marco dialéctico, se investigarán en qué medida dentro de las estrategias retóricas usadas en la resolución de una diferencia de opinión puede ser útil para profundizar y fortalecer el análisis pragma dialéctico del discurso argumentativo. Después de una exposición general de nuestra aproximación, nos concentraremos en el peldaño confrontativo de una discusión crítica e ilustraremos el método de análisis reconstruyendo algunos elementos retóricos en un debate acerca de la legitimidad de la caza del zorro que tuvo lugar en Inglaterra en el verano de 1997.

3. Aproximaciones retóricas y dialécticas.

¿Puede combinarse la perspectiva retórica y la dialéctica? Para responder satisfactoriamente a esta pregunta, pensamos que es útil tener una mejor visión de la teoría retórica, comenzando por la retórica clásica. Aunque la retórica se ha desarrollado en varias direcciones, hay una base teórica común que se expresa en algunos puntos iniciales compartidos.

En el Gorgias de Platón, la existencia de un arte retórico válido es puesto en duda, pero en el Fedro Sócrates describe la posibilidad de un ideal, de una filosofía retórica. Según Kennedy (1991) ¿quién puede negar esta observación? La Retórica de Aristóteles brinda el marco conceptual para el estudio retórico. En la definición de Aristóteles la retórica es una “habilidad o capacidad (dynamis) en cada caso para ver los medios posibles de persuasión”. Veía los argumentos como el cuerpo esencial de la prueba. Ernest Havet (1846), como es citado por  Murphy y Katula (1994: Cap.3) señaló que “Aristóteles reduce la retórica a la argumentación”.

Es habitual distinguir dos tradiciones en la historia de la retórica: una tradición más aristotélica que enfatiza en aspectos lógicos, otra isocrática que se concentra en el estilo y los aspectos literarios (cf. Kennedy, 1991: 12). En De oratore de Cicerón se evidencia una influencia predominante de Isócrates junto a la perspectiva de Aristóteles. Según Kennedy, no es una exageración decir que, hasta que la Institutio oratoria de Quintiliano fue redescubierta en el siglo XV, la historia de la retórica en Europa es la historia del ciceronismo (1994: 158,181). En los años posteriores una distinción debe formularse entre una retórica persuasiva orientada desde la filosofía, inspirada en Aristóteles y Whaterly que se funda en elementos del discurso que juegan un papel en el convencimiento de la audiencia, y otra elocucionaria, decorativa influida por la retórica de Burke que se concentra en la forma y función de las figuras de estilo y significado.

Aunque la retórica se ha desarrollado desde su inicio en dos direcciones separadas, siempre hubo autores que vieron las conexión entre la retórica y la dialéctica. Mientras Platón opuso la retórica a la dialéctica, para Aristóteles es la imagen espejo o la contraparte (antistrophos) de la dialéctica. Según Green, como cita en Zulick (1997), esta frase indicaría que “no sólo se asemejan en un sentido vago sino que podrían intercambiarse entre sí” (1990: 9-10). Las principales diferencias son que la dialéctica trata de las cuestiones generales y abstractas y toma la forma de preguntas y respuestas, mientras que la retórica trata con casos específicos y con discursos formales de políticas y usos extendidos. Para Cicerón la retórica es también disputatio in utramque partem, hablando en ambos sentidos de una temática. En De inventione dialéctica, Libro tres (1479/1991), una de las más importantes contribuciones humanísticas a la teoría de la argumentación, Agrícola sostiene que la dialéctica y la retórica no pueden ser separadas y suma a ambas en una sola teoría. En esta empresa, también se relaciona con Boecio, cuya posición en De topicis differentiis es que la retórica puede subsumirse bajo la conducción de la dialéctica. En nuestra aproximación, esta idea es retomada a partir de la ubicación de la retórica dentro del marco dialéctico para resolver las diferencias de opinión.

Desde la antigüedad se han hecho varios esfuerzos para reconciliar las diferentes concepciones de la razón que comprenden la dialéctica y la retórica. Como observan Murphy y Katula (1994: Ch. 2), Aristóteles asimiló en la Retórica las posiciones opuestas de Platón y los sofistas. Sin embargo, según algunos modernos teóricos la norma retórica de efectividad está en contradicción con la concepción de razonabilidad que subyace al corazón de la dialéctica. Otros teóricos sostienen que la argumentación que es retóricamente fuerte como una regla obedecerá a los criterios dialécticos (Wenzel, 1990). De todos modos, como se demuestra en el análisis interesante de Leeman del primer discurso de César “Quirites” (1992), la efectividad retórica no excluye el componente dialéctico. La reevaluación de la retórica clásica que tuvo lugar en los últimos años llevó a un conocimiento general que la a-racional – a veces la imagen antiracional – imagen de la retórica debe revisarse. Más o menos como una consecuencia, la oposición formal a la dialéctica debería también moderarse: la retórica como el estudio de las técnicas eficaces de persuasión no es per se incompatible con el ideal crítico de razonabilidad que sostiene la dialéctica.

4. El empleo de la perspectiva dialéctica en el análisis dialéctico.

Si es sin duda cierto que la gente comprometida en el discurso argumentativo en general trata de resolver la diferencia de opinión en su propio beneficio, y las aproximaciones dialéctica y retórica para el análisis del discurso argumentativo son compatibles, entonces no existiría razón para que el análisis dialéctico no se beneficiase de la perspectiva retórica en el manejo estratégico de los movimientos que tengan como propósito el beneficio de este juego. La cuestión entonces es qué estrategia retórica empleada en el discurso es dialécticamente aceptable. Aunque la concepción de estrategia evoca imágenes del arte de soslayar, evadir y acordar, también comprende los medios empleados para llevar adelante un ideal según las preferencias de cada uno. Las estrategias retóricas son diseños de discurso que consisten en un uso sistemático y deliberado de oportunidades disponibles para llevar adelante movimientos que llevan a la resolución de una diferencia de opinión para el beneficio propio.

Debe investigarse cuáles estrategias retóricas se emplean en el discurso para alcanzar el resultado buscado por el escritor o el hablante. Las estrategias retóricas pueden manifestarse ellas mismas en tres niveles:

¨      en la selección del material,
¨      su adaptación a la audiencia y
¨      su presentación.

Para alcanzar un resultado retórico óptimo, los movimientos seleccionados deben ser opciones efectivas con capacidad potencial, los movimientos deben ser en este sentido adaptados a la audiencia que comprenden con las demandas del auditorio, y la presentación de los movimientos deben ser discursiva y estilísticamente apropiados. En cada uno de estos tres niveles, el hablante o el escritor tiene la oportunidad de influir para alcanzar el éxito en la discusión y las influencias pueden suceder simultáneamente. Una estrategia retórica es, en resumen, exitosa si los esfuerzos retóricos en los tres niveles son convergentes, así se da una fusión de las influencias persuasivas.

Cada nivel del proceso de resolución tiene un objetivo dialéctico específico y por lo tanto lleva su propio objetivo retórico. Ya que depende de la fase del discurso alcanzado qué tipo de logros pueden ser accesibles para el escritor o el hablante, los efectos retóricos deben especificarse según el nivel dialéctico. En cada uno de los cuatro niveles de resolución del proceso las partes involucradas en una diferencia de opinión pueden, en cada uno de los tres niveles, tratar de alcanzar una opción estratégica que sirva mejor para sus propios intereses. En el estadio confrontativo, tomando en cuenta las demandas del auditorio y optando por una presentación más sólida, tratan de hacer una elección más efectiva del potencial ofrecido por el espacio disponible de desacuerdo, por ejemplo seleccionando un estatuto de procedimiento conveniente. En el nivel de apertura, donde se ubican los puntos de inicio de la discusión, pueden, por ejemplo, tratar de evadir por medio de preguntas retóricas las concesiones de sus interlocutores que constituyen los puntos de partida que más acuerdan con sus propios intereses. En el nivel argumentativo, tratarán de hacer una selección estratégica de los lugares que son pertinentes para el caso en cuestión, adaptarán sus líneas de defensa a las críticas que pueden anticiparse, sugerirán a partir del señalamiento que estos argumentos son relevantes y también suficientes. Y en el nivel de la conclusión pueden alcanzar el nivel conclusivo que pone afuera toda crítica, presentando un cierre definitivo como en el cierre de la siguiente discusión implícita extraída de Un Espía Perfecto de John Le Carré: “ ¿Amas al viejo? Bien, entonces”.

5. Racionalidad instrumental en la confrontación.

Cuando se ilustra acerca de cómo conocer el empleo de las estrategias retóricas puede ser útil un adecuado análisis del discurso argumentativo, para ello nos concentraremos en las maniobras estratégicas en el nivel confrontativo. El análisis del estadio confrontativo comprende la identificación de las posiciones adoptadas por los participantes con relación a las diferencias de opinión. Una diferencia de opinión se manifiesta en el discurso argumentativo cuando una afirmación del hablante se encuentra con una duda o una contradicción, real o eventual, en una parte de un interlocutor, de manera que se manifiesta el desacuerdo o potencial desacuerdo. Si es claro que el desacuerdo existe, entonces la afirmación que se encuentra con la duda debe ser analizada como un punto de vista y la duda o la contradicción debe verse como una expresión de falta de aceptación. Ambos pueden definirse como actos de habla que se pueden caracterizar en términos de condiciones de felicidad.

Como van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993) lo explican, no sólo las afirmaciones en sí, sino también las proposiciones sucesivas reciben el estatuto de punto de vista. Cada acto de habla implica un número importante de afirmaciones supuestas que son debatibles y que conforman el “espacio de desacuerdo” creado por el acto de habla. El espacio de desacuerdo es un conjunto estructurado de posibles puntos de vista asociados con un acto. Por lo menos parte del espacio de desacuerdo de un acto de habla se sustancia – en términos de creencias, deseos e intenciones – en las condiciones de felicidad de ese acto. Si una de estas creencias, deseos o intenciones alcanza para convertirse en tema de debate por parte del interlocutor, el hablante debe defender un punto de vista acerca de ese tema. Si tal punto de vista no se coloca como tal, sino que es atribuido al hablante por parte del interlocutor, entonces se lo llama punto de vista virtual. Las perspectivas virtuales están organizadas jerárquicamente respecto al acto de habla superordinario que conlleva: están estructurados por los temas asociados con ese acto superordinario. Está ampliamente en las bases de lo que debe llevarse hasta el final por parte del interlocutor que el analista será capaz de seleccionar el punto de vista del tema entre las perspectivas posibles en el espacio de desacuerdo de un acto argumentativo.

Analizar el discurso argumentativo como si estuviera destinado a resolver una disputa significa que el desacuerdo se reconstruye en términos del estadio de confrontación de una discusión crítica. El análisis comienza con la percepción que se tiene de que la diferencia de opinión aparece como una cuestión razonable y no dialéctica. Los involucrados ven esta perspectiva como una ocasión para triunfar por encima de la duda o la oposición y esperan cada una tratar con esta duda u oposición presentando argumentos razonables. Para resolver la diferencia en base a los méritos que se presentan, los temas deben ser externalizados en el discurso.

Es obvio que la confrontación de un punto de vista con las opiniones de los otros a menudo servirá para otros objetivos dialécticos, tales como la provocación o el aburrimiento de los otros. Puede haber también fines involucrados en la presentación del punto de vista que afectan la resolución de una diferencia inmediatamente pero no son estrictamente dialécticos, tales como ganar el debate. Aquel que entre en una confrontación, como una regla, tratará de presentar el desacuerdo de manera tal que las posibilidades de triunfo sean óptimas. Para alcanzar este propósito, dará un sonido retórico a la presentación de su propia instancia y a la del interlocutor.

A primera vista, el objetivo retórico de obtener una posición favorable en la confrontación parece contrario al fin dialéctico de la resolución de la diputa, pero no es necesariamente siempre así. En la medida en que el que confronta no oscurezca la diferencia mistificando las posiciones mutuas o trate de inmunizar su punto de vista contra la crítica, no hay nada incorrecto en tratar de dar forma la diferencia en el sentido que lo lleva a alcanzar una resolución que le permita triunfar en el debate. Lo único no admitido es ser contradialéctico, por ejemplo, reducir las posibilidades de alcanzar una resolución razonable de debate.

Una vez que es reconocido que el objetivo dialéctico puede jugar un rol legítimo en una confrontación dialéctica, puede también volverse claro que los que debaten tienden a maniobrar de tal modo que se alcancen esos objetivos. Tales maniobras estratégicas en una confrontación alcanzarán primariamente para definir el tema de desacuerdo en un sentido que sea favorable al hablante. Dado que esta definición influye en el éxito de la confrontación, también influirá en las posibilidades que tienen los participantes de triunfar en la discusión. Al obtener una visión clara de la confrontación particular y de la diferencia de opinión que los participantes tratan de resolver, el analista se puede beneficiar de una mejor comprensión de estas maniobras estratégicas.

En el nivel de confrontación, el hablante puede, en primer lugar, hacer una selección estratégica del espacio de desacuerdo potencial inherente en el acto argumentativo. Si el acto es no asertivo, sus condiciones de felicidad son la fuente principal para la identificación de este potencial. Si el acto es asertivo, la teoría clásica brinda una especificación de las condiciones de felicidad, que puede ser refinadas incluso más adelante por la diferenciación entre los varios tipos de proposición a los cuales el asertivo puede pertenecer (descriptivo, evaluativo o incitativo). En segundo lugar, el hablante puede poner el tema en una perspectiva que esté de acuerdo con las visiones del antagonista o de la audiencia. En tercer lugar, el hablante puede emplear herramientas de presentación que refuerzan su posición ante la audiencia, por ejemplo, eligiendo formulaciones que brindan atributos positivos para el caso.

6. Mecanismo retóricos de selección del espacio de desacuerdo.

Ilustraremos nuestra perspectiva analizando los aspectos confrontativos de algunas contribuciones recientes acerca del debate sobre la caza del zorro en Gran Bretaña. Esta discusión se originó a partir de un proyecto de ley contra la caza del zorro presentado por un miembro del partido laborista del Parlamento británico, Michael Foster. Los fragmentos de texto analizados corresponden a artículos, comentarios y cartas al director de dos periódicos británicos, The Guardian ( 10 y 11 de julio de 1997) y The Times (11 de julio de 1997) y el periódico danés Het Parool (10 de julio de 1997).
Según la Sociedad Británica de Deportes hay más de trescientas sesiones de caza organizadas por año que involucran 215.000 personas y más de 20.000 perros de caza entrenados. La caza del zorro brinda trabajo a 14.000 personas y se matan cerca de 20.000 zorros por año. Los participantes están de acuerdo en que se debe controlar el número de zorros muertos pero están en desacuerdo con la forma en que debe lograrse. Se mencionan como alternativas la caza con escopeta, con trampa o con envenenamiento pero todas tienen sus desventajas. En el primer nivel de la estrategia retórica de confrontación el tema que debe discutirse es seleccionado de la posibilidad de espacio de desacuerdo. Dado que la discusión se inicia por una cuestión dialéctica si la caza del zorro debe ser prohibida, el espacio de desacuerdo puede, en términos de la teoría clásica del status, especificarse en cuatro tipos de estatutos. El primero, la conjetura, no es útil porque no se puede discutir si existe algo como la caza de zorro. El resto de los tres tipos de estatutos son si la caza debe verse como una crueldad inaceptable (definitio), si puede ser exonerada (qualitas) y si es un tema oportuno para que un gobierno opine (translatio).

Algunos defensores de la caza tratan de hacer un debate para manejar el estatuto de la definición. Este estatuto fue introducido por Michael Foster que señaló que la caza “es una práctica cruel y bárbara que debería haber concluido siglos atrás, como ocurrió con la riña de gallos, el golpe al oso y la pelea de perros”. El conservacionista David Bellamy implícitamente rechaza esta postura señalando que “la verdadera crueldad” es “la muerte de las gallinas y la matanza de las terneras”. En una carta al editor, Melvin Goldsmith de Purleigh señala lo mismo aunque irónicamente:

“Tally ho! Sí, prohibamos la caza de zorros – entonces prohibamos esas desagradables crueles y fatales carreras de caballos como el Premio Nacional – subamos el precio de los alimentos prohibiendo los productos de granja porque son originados también en la crueldad”.

Los defensores tienen un preferencia por el estatuto de la calidad, sostienen su punto de vista refiriéndose la existencia de una tradición consagrada. Michael Heseltine, el jefe de bloque del partido oficialista conservador, llama al proyecto “un vicioso matadero sobre una tradición atesorada de la vida rural”. Arnold Harvey, editor de Caballos y Caza, incluso señala su deseo de “ir a prisión para defender nuestra herencia”. El más fuerte reclamo hacia la tradición, sin embargo provino de Lady Mallalieu diputada laborista:

“La caza es nuestra música, es nuestra poesía, es nuestro arte (...). Es donde hemos hecho nuestras mejores amistades. Es nuestra comunidad. Es todo nuestro estilo de vida.”

El estatuto de translatio es también incorporado al debate. Nicholas Wibberley de Barnstaple escribe irónicamente:

“Sir, es absurdo que la caza sea un problema gubernamental. Debe ser devuelto al ámbito de las parroquias.”

Wibberley claramente no cree que la caza sea un tema digno de ser tratado en el gobierno.

Es remarcable que Heseltine y otros representantes del partido pro caza creen sugerir que el debate no se refiere a la caza sino acerca de las amenazas que se plantean a las tradiciones de la vida rural y de la vida urbana. Uno puede preguntarse por qué se refieren a estas tradiciones. Para comprender lo que está pasando, el analista necesita conocer el tema de la crueldad es difícil de tratar; y también que los pro caza no han avanzado en sus puntos de vista sobre este tema sino más bien que se les ha atribuido a ellos algunos puntos de vista. Es por lo tanto una estrategia de sensibilidad poner el tema de la crueldad como telón de fondo incorporando el tema de las tradiciones urbanas. Combinando esta perspectiva sobre la tradición con algo inherentemente positivo como la vida rural resulta un argumento fuerte, cuya fuerza no disminuye por el hecho que los oponentes de la caza del zorro descartan estas tradiciones como fuera de moda.

7. Formas retóricas de respuesta a las demandas

El segundo nivel de la estrategia de confrontación consiste estratégicamente en el tratamiento de las demandas del auditorio. En la discusión acerca de la caza de zorros, los tópicos del debate están puestos en un perspectiva que es la esperada para llamar la atención del público en general. Los defensores de la caza dan ‘presencia’ a la conexión entre la caza de zorros y la protección de la vida rural. “una prohibición de la caza”, escribe el Times “cambia para siempre el ritmo de las costumbres rurales”. Según el cazador Sam Butler. “la vida urbana cambiará (entonces) su apariencia para siempre”. Het Parool observa que, “primero y principal, los líderes se presentan como protectores de las tradiciones urbanas en contra de quienes se entrometen en la ciudad”.

Algunos defensores de la caza tratan de ganar la aprobación de la audiencia enfatizando los efectos divisores que provoca el proyecto legal. Entre ellos está el nuevo líder de la oposición oficial a la Reina, Willim Hague, quien –aludiendo a la famosa frase de Disraeli – advierte que “el proyecto está creando dos naciones, poniendo la ciudad en contra del campo”. El duque de Roxburgh, por otro lado, está entre las opiniones casi más de izquierda que consideran que la caza es “un buen camino de vinculación de las clases sociales”. El socialismo también parece inspirar a Michael Heseltine. Según The Guardian, “el hombre que desmanteló la industria minera” sostiene que “este proyecto destruiría comunidades, daña el frágil medio ambiente y acabaría con fuentes laborales”.

La perspectiva de la libertad es considerada generalmente como aquella que logra mayor consenso por parte del público. Alex Bowles, director regional de la Sociedad Británica de Deportes, afirma que “la gente se siente amenazada: su libertad está siendo vulnerada, su privacidad amenazada”. Para el pensamiento del sr. Heseltine, el proyecto “representa una muestra de la intolerancia que es ajeno a las más firmes tradiciones británicas de libertad”. Según The Guardian, “le tocó a la laborista señalar los puntos más generales: se trata de la libertad de la gente de elegir cómo viven sus vidas. Se trata de la tolerancia de las minorías”.

Si se debe creer en el partido favorable a la caza, el partido contrario favorece la perspectiva de la guerra entre las clases. William Hague lo señala bastante bruscamente: “Los laboristas parecen creer que están reviviendo una antigua lucha de clases”. John Severs de Durham se enfrenta a esta perspectiva: “No es la envidia a los ricos y privilegiados lo que me lleva a oponerme a la caza de ciervos y zorros sino el tormento que sufren estos animales cuando son perseguidos. (...) Es una cuestión de principios”.

Bel Littlejohn, columnista de The Guardian, después de brindar una vívida descripción de la perspectiva pro caza, ridiculiza la postura de los anti que toman una visión de lucha de clases: “Los miembros informantes trataron de enfatizar que aquellos que se ubican en el campo de los que enfrentan a los deportes sanguinarios están motivados por el odio de clase. ¡Qué falta de tino! Francamente, esto no tiene nada que ver con las clases”. En conjunto discutimos cuatro perspectivas que se suponen convocan la atención de público: la del cuidado del medio ambiente, la de la división entre el campo y la ciudad, la de la libertad personal y las de las desigualdades sociales. Las tres primeras son invocadas por el partido favorable a la caza, la cuarta supuestamente por los contrarios. Para comprender el valor estratégico de invocación de estas perspectivas, el analista debe contar primariamente con el conocimiento de los supuestos que se dan en la discusión y los partidos que están involucrados. Este conocimiento aclarará, por ejemplo, que si se invoca la perspectiva de la lucha de clases por parte del partido anti caza, debe entenderse como un llamado para quienes consideran que Inglaterra es una sociedad clasista. Ya que esta gente puede aún sostener el caso de la anti caza, sin embargo no es probable que esta sea una estrategia muy sólida. Finalmente, como se vio, puede ser ridiculizada fácilmente.

Las perspectivas invocadas por el partido favorable a la caza presentan más poder estratégico. Todos ellos se relacionan a la esfera del pensamiento de aquellos que se oponen a la caza del zorro. La mayoría de ellos puede suponerse que son amantes de la vida salvaje y la naturaleza en general: loa cazadores de zorros se presentan como guardianes de la naturaleza. Los oponentes se pueden suponer que piensan en la inequidad social: el retrato de los pro caza por parte de los oponentes se refiere a ellos como causantes de la división de ‘las dos naciones’. Los oponentes puede suponerse que son los protagonistas de la libertad: los favorables a las cacerías se presentan en la misma dirección. Señalando a los oponentes, los pro caza responden más estratégicamente a las demandas del auditorio.

8. Perspectivas retóricas de presentar los movimientos de confrontación.

El tercer nivel de la estrategia confrontacional es la de la presentación verbal. Ambos partidos hacen uso de varias herramientas estilísticas para reforzar sus puntos de vista acerca de la diferencia sobre la audiencia, más notablemente la creación y empleo de imágenes apelativas. La imagen más prominente entre los favorables a la caza es la imagen de la opresión que se muestra para presentar al lobby de los anti caza como gente que avanza sobre los derechos individuales. William Hague explícitamente señala: “Yo no voy de caza pero defiendo el derecho de la gente de hacerlo. Pienso que la libertad es importante aun si es impopular”. En una carta al editor, Marie Herbert de Brightlingsea, Colchester, hace la siguiente y pertinente objeción: “¿Por qué a una minoría debería permitírsele perdonar en el pasado lo que es repugnante para la mayoría?”

Otra imagen creada por el partido de los pro caza es la de la resurrección justificada. Mr. Heseltine promete pelear el proyecto anti caza “en cada nivel” en el Parlamento. Lady Mallalieu dice que el gobierno no ha sido elegido “para criminalizar a cientos y miles de nuestros ciudadanos decentes y respetuosos de la ley. Espero que no estemos en la víspera de la batalla. No queremos un combate. Pero si la hay, el estilo urbano peleará y ganará”.

Un tercer instrumento empleado por los pro caza es la creación de una imagen bucólica de paz del estilo de vida urbano necesitado de protección. Como lo dice Michael Heseltine: “El proyecto propuesto es una opción viciosa sobre una tradición atesorada de la vida rural”. El mismo papel de señalador del estilo urbano resuena en el juicio acerca de la marcha convergente en Hyde Park: “Esta iniciativa se presenta como una respuesta a la frustración y concierne a los sentidos de la gente de la ciudad contra las amenazas de la gente urbana y sus trabajos por políticos y gente de la urbe a través del prejuicio, la ignorancia y el descrédito de la representación rural”.

La opción estilística hecha en estas contribuciones al debate están enteramente de acuerdo con las imágenes patéticas recién discutidas. La cita anterior mostró a Lady Mallalieu con un estilo similar al de Churchill.

El inventario de ejemplos muestra que los que debaten tienden a presentar las diferencias de opinión en un sentido particular. Para poder comprender qué es estratégico en esta presentación, el analista necesita familiarizarse con las herramientas del estilo convencional y sus efectos como se reconoce en el estudio de la retórica. Además, necesita conocer acerca de las formas de las presentaciones particulares que pueden promover las chances de alcanzar un resultado favorable en la confrontación para un participante y así favorecer las posibilidades de ganar un debate.

9. Conclusión.

La maniobra estratégica funciona mejor cuando la influencia retórica que se sostiene en cada uno de estos tres niveles se piensa para converger. En la discusión de la caza de zorros, las estrategias del partido pro caza de selección del tema a ser discutido, llevando este tema a una audiencia con una perspectiva orientada y epitomizándolo en ciertas imágenes y frases, son sistemáticamente fundidas. El elemento que los vincula es el tesoro del pasado. Se refiere a un tema tradicional, en una nación, en un distrito rural no destruido, con perspectivas de vida rural y libres, y celebradas con un gran estilo apropiado a un gran pasado. Más que desplegar una maniobra estratégica, el partido favorable a la caza desplegó una genuina estrategia retórica.

Referencias
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[1] Traducción de Roberto Marafioti

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